Flores de Bush de Australia | El Tiempo de los Sueños...

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La leyenda de las Flores...

Galactic views
“Después de que Baiame, el Dios de la creación, dejara la Tierra retirándose a su montaña sagrada Oobi Oobi, sucedió algo que nadie esperaba. Las flores que Baiame creó se marchitaron y murieron. La Tierra se quedó árida y desolada, y las flores pasaron a ser una leyenda que los viejos narraban a los más jóvenes. Con la desaparición de las flores también se marcharon las abejas. Las mujeres sacaban sus platos de corteza de árbol para llenarlos de miel, pero siempre regresaban con ellos vacíos. Aún quedaban algunas abejas que vivían y trabajaban en la tierra pero sólo en 3 árboles sagrados que Baiame había reclamado como suyos propios y la gente no se atrevía a acercarse a ellos. Los niños lloraban reclamando la miel. Y las madres se enojaban porque ellas no podían proporcionársela, ya que los ancianos sabios de las tribus les tenían prohibido tocar los árboles sagrados de Baiame. El espíritu “que lo ve todo” le contó a Baiame cómo la gente añoraba la miel, pero que aún así le seguían siendo fiel y no se atrevían a tocar sus árboles sagrados, lo que alegró mucho a Baiame. Por ello Baiame decidió darles un alimento tan dulce como la miel, el cual les encantó. Pronto aparecieron motas blancas y azucaradas sobre las hojas de los eucaliptos y un jugo dulce comenzó a manar y correr por los troncos de los árboles, endureciéndose en grumos que los niños podían recoger y comer. La gente estaba feliz y sus deseos por el alimento dulce estuvo satisfecho, pero los ancianos sabios no lo estaban. Ellos tenían muchas ganas de ver las flores crecer nuevamente. Y estaban tan decididos a conseguirlas que, sin decirle nada a la gente de sus tribus, se marcharon con la única intención de encontrar a Baiame y pedirle que devolviera a la Tierra la hermosura de las flores. Viajaron durante muchos días hasta que por fin llegaron al pie de la montaña sagrada Oobi Oobi y comprobaron que era tan alta que sus cimas se perdían entre las nubes. En un principio las caras de la montaña parecían demasiado escarpadas para subirlas. Eventualmente, encontraron un apoyo y luego otros sucesivamente, que les condujeron a unos peldaños cortados en el lado de la montaña que alcanzaba más allá de donde sus vistas llegaban. Continuaron la subida escalando un día, dos días, tres días, hasta que por fín en el cuarto día de ascensión alcanzaron la cima, hallándose completamente exhaustos. Observando alrededor de la cima vieron un manantial de agua, bebieron de él con impaciencia e inmediatamente su cansancio desapareció. Repentinamente oyeron un “bull-roarer” (espíritu) que les preguntó la razón del porqué se encontraban allí. Los ancianos sabios le contaron la tristeza que la tierra padecía después de que Baiame se marchara. Y de cómo todas las flores murieron y nunca más volvieron a florecer. Y aunque ellos tenían ahora el jugo del árbol dulce en lugar de la miel, aún les quedaba el deseo de recuperar las flores para embellecer la Tierra nuevamente.El espíritu ordenó a sus asistentes que acompañaran y enseñaran a los ancianos los campamentos existentes en el cielo donde las flores no pierden su color ni mueren. Allí podrían recoger tantas flores como pudieran sostener entre sus brazos y, posteriormente, los asistentes les llevarían de vuelta a la cima de la montaña sagrada para que pudieran regresar a la Tierra. Tal y como el espíritu había ordenado, los ancianos fueron conducidos a través de una abertura en el cielo, hasta que llegaron a un lugar de belleza exquisita, con flores por todas partes congregadas en colores brillantes como si se tratara de cientos de arcoiris puestos sobre la hierba. Los ancianos estaban tan emocionados que lloraban de alegría, aunque pronto recordaron la razón por la que se encontraban allí y recogieron tantas flores como sus brazos podían sostener.
Cuando ya no alcanzaban a transportar más, los asistentes les llevaron de nuevo a la cima de la montaña sagrada. Una vez allí oyeron la voz del espíritu que les decía: “Digan a su gente que la Tierra nunca estará sin flores otra vez. Vientos diferentes las traerán en cada estación del año, y el viento del este llevará abundancia de las mismas a cada árbol y arbusto”.
Los ancianos sabios, llevando consigo las flores que habían recolectado, bajaron por la escalera de piedra, viajaron a través de los llanos, y sobre los cantos pedregosos hasta que llegaron al campamento de sus gentes. Todo el mundo acudió en masas alrededor de ellos, abrumados por la gran cantidad de flores que llenaba el aire con hermosos perfumes. Cuando los ancianos contaron la promesa hecha por Baiame a través de un espíritu mensajero dispersaron las flores por todas partes, sobre las copas de los árboles, llanos y barrancos, y por todos los lugares que alcanzaron. Desde entonces siempre ha habido flores y perfumes para el placer y deleite de los niños.
El lugar donde primero fueron dispersadas es conocido con el nombre de Girraween, (el lugar de las flores). A partir de entonces la Tierra ha permanecido cubierta con hierbas frescas y flores como cuando Baiame, el Dios de la creación andaba sobre ella”.

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